Los recientes planteos y solicitudes de diferentes funcionarios oficialistas solicitando a Julio César Cobos que se abstenga de estar presente en la ceremonia de asunción de Cristina Fernández de Kirchner, desnuda en toda su extensión la concepción de poder de ésta gestión en donde el ejercicio de una representación, delegada y circunstancial, es mas fuerte que la propia Carta Magna.
El rol que tendría que ocupar Cobo en este acto es un debate insustancial en sí mismo, ya que sí la discusión discurre por la presencia o no del Vicepresidente actual en la jura, modesto favor le hacemos a las instituciones de la República , y no hace mas que reafirmar la banalidad e inconsistencia discursiva del “modelo”, que centra su preocupación de un acto sustancial en la vida democrática en la presencia de una persona.
El derecho constitucional parlamentario establece un procedimiento por el cual, bajo ningún aspecto, puede ser sorteado en base a cuestiones protocolares, ceremoniales o de simples simpatías aleatorias, porque con cualquiera de estos argumentos se quieren cumplir con caprichos que contradicen la letra y el espíritu de la Carta Fundamental. En ese sentido el Artículo 93 de la Constitución establece claramente que al momento de tomar posesión del cargo, tanto el Presidente como su Vice, deberán prestar el juramente ante el Presidente del Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea.
Frente a lo expresado, no cabe ninguna duda que quien debe llevar a cabo la convocatoria de la Asamblea , presidirla y tomar juramento es el Vicepresidente actual, la única forma para que este no pueda llevar a cabo la misma, es que renuncie a su cargo.
Estamos Asistiendo a un hecho realmente inédito en la historia de nuestro país, ya que desde la apertura de la etapa democrática iniciada en 1983, nadie imaginó que Raúl Alfonsín en 1989 no le colocaría la banda presidencial a Menem, o haber escuchado a Eduardo Duhalde, Vice de éste, pedir que ni Alfonsín o Víctor Martínez merodeando siquiera por la zona del Congreso; o al mismo Menem querer sortear su responsabilidad institucional y escabullirse para no estar en la asunción de De la Rúa - Alvarez; y en los países vecinos nadie supone que Bachelet haya rehusado estar en la ceremonia de asunción de Piñera, o a Lula Da Silva pidiendo de no ver a Cardoso en su asunción.
Este acontecimiento sería una excelente oportunidad para mirar hacia delante, de dar ejemplo, de ser distintos. El abrumador 53% que acompañó a la Presidente en las urnas, significa un respaldo pero también una responsabilidad. La jura del nuevo mandato podría ser un momento iniciático y demostrar que es posible ejercer el poder con grandeza, de no perder tiempo en cuestiones casi anecdóticas, de abandonar la crispación y abrir canales de dialogo que nos permitan enfrentar en conjunto el complejo futuro que se avecina.
Discurrir sobre estas cuestiones puede verse como algo trivial, pero poco sentido tendrá escuchar en el juramento de la Señora Presidenta la frase “observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina ", cuando se privilegian deseos y cuestiones personales en lugar de fomentar desde el ejemplo el respeto a las instituciones, a la democracia y a nuestra propia Constitución Nacional.
Muy buenas tus lineas, a lo que le sumaria que flaco favor le hacen a las instituciones las declaraciones de diferentes funcionarios, legisladores y periodistas. Otra oportunidad perdida. Un hecho fundamental para el país donde debería haberse invitado a ex presidentes y figuras destacadas de todos los colores políticos para crear un puente de tolerancia y civismo, se convirtió, una vez más, en una expresión de nuestros más miserables defectos como sociedad política.
ResponderEliminarEs muy bueno tu análisis; pero lamentablemente el poder lo ocupa un régimen autocrático que solo reconoce el pensamiento único y quien no acepta el 100% el relato de la Sra. y no se inclina a sus pies como vasallo en una monarquía, es considerado destituyente, golpista o empleado de Clarín. Ese 53% que el pueblo sin analizar demasiado le otorgó con su voto no es más ni menos que el "poder absoluto" típico de una monarquia absolutista. Será muy difícil recuperar la institucionalidad republicana
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