La nueva e inminente prórroga de la emergencia por el Congreso, sugiere creativas vertientes para indagar sobre emergencias que aun no fueron declaradas, aunque muchas hayan tenido o tengan vigencia.
Desde hace tiempo en la Argentina la emergencia es agropecuaria, energética, sanitaria, forestal, financiera, educativa, ocupacional, previsional, económica, etc. La teoría dice que es transitoria. La práctica con su permanencia lo desmiente.
Excediendo esos modelos rutinarios, hay una rica veta de emergencias que aunque no proclamadas acompañan nuestro derrotero. Pasamos a enumerarlas.
Emergencia intelectual: Aspira conjurar ausencia de materia gris de quien es inidóneo para gobernar. Se propone convalidar yerros públicos, en la idea de que -durante la tregua de su vigencia- los alcanzados por ella accederán al talento de que carecen. Luego, se dice, no habrá más emergencias; a menos que, por "única vez", fuera necesario recurrrir a ella. Alcanzará, incluso, a quienes ya gobernaron para respetar el principio de igualdad ante la ley.
Emergencia estadística: Creación vernácula nunca proclamada formalmente que luce practicada desde hace algunos años. Consiste en alterar las reglas matemáticas, otrora ciencia dura, para exhibir un producto en cuya virtud dos más dos no son cuatro, sino uno y medio o lo que cuente su ejecutor. Pitágoras, Copérnico y Newton darían varias vidas por conocer su fórmula.
Emergencia etílica: Valioso instrumento cuyo propósito es dispensar los actos de poder que, realizados bajo los efectos de seductores e irresistibles brebajes, afecten al bien común.
La experiencia histórica aconseja no amparar bajo su manto la decisión de potenciales actos beligerantes.
Emergencia electoral: Figura que, al calor de asonadas y cuartelazos, se nos impuso durante muchos años. Por eso, se juramentó constitucionalmente no recurrir nunca más a ella.
No obstante, reformulada que ha sido, tolera clientelismo, nepotismo y hasta transfuguismo.
Emergencia estética: El mundo actual fue diseñado solamente para los lindos. Como la naturaleza se empeña en conceder a unos lo que deniega a otros, usar de de ella servirá para que los perjudicados por falta de dotes físicas acicalen sus imperfecciones.
Se la puede emplear para justificar manifestaciones cosméticas del poder. Quien suponga que un tal Maquiavelo está detrás de ella se equivoca. No hay razón para que los feos encubran su fiereza y nuestros funcionarios no puedan ocultar los móviles de ciertos actos.
La medicina organizacional que la concibe propone tomar distancia de avispas y otros insectos porque pueden frustrar su objeto.
Emergencia sentimental: Al fin y al cabo, somos el compendio de un complejo equilibrio en el que sobresalen nuestros afectos.
Por efectos de la emergencia sentimental quedan exentos de responsabilidad cualquier tipo de desaguisados de nuestros representantes. Tan pronto se restablezca el equilibrio emocional, la figura se extinguirá de pleno derecho.
El listado podría continuar porque la imaginación es fértil, pero no menos prolífica es la realidad nacional donde al amparo de la emergencia se desobedece la Constitución con la sempiterna emergencia.
Autor Mario Midón
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