Cuando se observan los diarios nacionales en las crónicas políticas, se encuentra que la oposición esta enfrascada en la discusión de si o no a una reforma constitucional, y quien de todos los actores de este sector será socio de tal proceso. Para llevar adelante una enmienda al texto, es necesario poner en funcionamiento los mecanismo establecidos en la propia Constitución, los cuales no son tan fácil de sortear, por cuanto se exigen mayorías especiales en cada una de las Cámaras, y posteriormente deben elegirse constituyentes para llevar a cabo la misma.
Una reforma implica la alteración del “status quo” constitucional, es decir, cuando hablamos de modificar el texto, no debemos perder de vista que la eficacia de una Constitución está estrechamente ligada a su perdurabilidad y, principalmente, como esta logra adaptarse a la realidad social en su conjunto, es decir, en la faz económica, política y social de los individuos que la integran. La capacidad de nuestra Carta fundamental se encuentra entrelazada indefectiblemente a la adecuación de ella, con los objetivos y necesidades de la sociedad.
Por ello, creemos que hablar de una reforma constitucional es no entender la responsabilidad que significa tal proceso, y que la misma debe ser fruto del debate y de la búsqueda de consensos que conlleven un objetivo común: el de dotar a nuestra constitución de nuevas herramientas, de cumplir con las nuevas exigencias, a la modernización y a ser el fiel reflejo de la comunidad. Una reforma no puede ser el resultado de las necesidades políticas de un sector o grupo de interés que pretende llevar adelante para complacer una coyuntura.
Las reformas llevadas a cabo en las Provincias y en el orden nacional en 1994, enmascararon la “reelección” con el ropaje de la incorporación de nuevos derechos, nuevas instituciones, y con poner un freno al hiperpresidencialismo. En la actualidad, el discurso sobre “parlamentarismo” es simplemente una excusa más, cuando en realidad lo que se persigue es maquillar la verdadera intensión de la reforma, la cual es simplemente la de buscar la “hegemonía y eternización en el poder”.
Mejorar la democracia y las instituciones de la república, no se solucionan con recetas mágicas, el “presidencialismo” no es malo per se, los hombres hacen malas las instituciones; una reforma constitucional sin una verdadera discusión, con debates y con búsqueda de consensos es una construcción precaria destinada al fracaso.
Pareciera que cada gobierno constitucional, desde 1948 a la fecha, quiere dejar su impronta en la Constitución, de esta forma caminamos por la cornisa y vamos hacia una nueva frustración como sociedad, si hacemos una mirada introspectiva de nuestra historia nos daremos cuenta el mal que le han hecho las reformas de un solo color a nuestro país. Los problemas de los argentinos no se solucionan con una reforma constitucional, se solucionan con mayor democracia, con la profundización de los controles, con el buen funcionamiento de cada uno de los poderes y con la buena utilización de las herramientas que provee sabiamente la Constitución actual. Si existe madurez política, este tema de la reforma pasará al archivo, en caso contrario se estará hipotecando una vez más el futuro.
Muy bien Diego.DEsde Madrid, adscribo a tu inea de pensamiento. Es una pena que no pueda formularse un buen debate sobre la actualización de nuestro sistema. Parciera que este gobierno solo pretende un COnsejo de la magistratura que desplace el buen obrar de nuestra corte y la reelección indefinida. Yo fui siempre partidario de las actualizaciones democráticas y periódicas de nuestra constitución, pero estas dos circunstancias que te nombre la tornan, en este momento, inviable
ResponderEliminarDiego:
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu posición. No hay reforma sin un consenso de fondo de la sociedad. Te paso mi ponencia en el Congreso Argentino-Chileno-Peruano de Lima del 2006, en donde traté el tema. Un fuerte abrazo
Comparto tu posición de no reformar la constitución cuando es evidente que de hacerse efectiva la reforma obedecería a un claro propósito político: la rereelección. Cuando Menem pretendía lo mismo, muchas voces que ahora propician la modificación, eran opositoras y "retrógradas". El paso esencial al que debemos todos apuntar es, simplemente pedir que se cumpla la que está vigente, comenzando con la coparticipación federal para vulnerar el unitarismo de hecho en el que nos encontramos y que ningún Senador-representante de provincias- peticiona. Te felicito. Néstor Osvaldo Losa.
ResponderEliminarhas hecho no solo un comentario,sino toda una descripcion,una dramatizacion de nuestra realidad.lo decís tan facil,que no entiendo como todos se complican tanto.solo se necesita respeto por nuestra constitucion y dejar de trastocar todo lo bueno y sagrado de nuestra nacion.me adhiero a tu postura,debe ser asi.
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